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Gerchunoff Pablo Y Lucas Llach Editado

Desencanto

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  Pablo Gerchunoff  Lucas Llach El ciclo de la ilusión y el desencanto Un siglo de políticas económicas argentinas emece  C APÍTULO VIII VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) RETORNO Y DERRUMBE DEL PERONISMO La gestión del general Lanusse, el último de los presidentes de laRevolución Argentina (1966-1973), consistió esencialmente en recono- cer que un sistema basado en la proscripción del peronismo era inviable.El llamado a elecciones para 1973 fue ante todo una salida impuesta por las circunstancias, por el hecho ya evidente -después de veinte años sinelecciones presidenciales completamente libres- de que sin la participa-ción del peronismo no podía alcanzarse una fórmula política mediana-mente estable. Fue, también, un gesto de resignación de parte de un go- bierno crecientemente cuestionado, que veía cómo la situación escapabaa su control. Luego del Cordobazo (1969), la violencia se había extendi- do hasta hacerse habitual, acabando con la sensación de relativo orden que se había mantenido durante la primera fase del gobierno de Onganía.Los grupos armados que estaban detrás de los frecuentes atentados cues-tionaban al sistema en un sentido muy profundo y global -en línea con lo que ocurría en otras partes del mundo- que excedía el problema de laproscripción electoral al peronismo. Pero, en el caso de Montoneros y otras agrupaciones menores, la rehabilitación de Perón era por lo menosun objetivo preliminar. Así las cosas, la vuelta del ex presidente en el exi- lio no era sólo un reclamo voceado por la juventud peronista; también era una exigencia respaldada por las armas de sus coetáneos, los solda-dos de Perón . Mientras que la vertiente juvenil con la que Perón contaba para forzar su regreso estaba impidiendo al gobierno mantener un mínimo de equili- brio político, los sindicatos (su otro gran apoyo) hacían muy difícil un ma- nejo más o menos ordenado de la economía. Desde la derrota del plan Krieger Vasena, la inflación venía subiendo año a año. En 1971, 1972 y  334 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO 1973 había superado con creces el 30% anual, cifra que a lo largo de la dé- cada del 60 había sido un techo para el aumento de precios. Con mayor omenor énfasis, se coincidía en que cierta limitación de las demandas sala-riales de los sindicatos era una condición necesaria para cualquier intentode estabilización. Ese control podía conseguirse por la fuerza, pero teníamás probabilidades de éxito si estaba asentado sobre la colaboración vo-luntaria de los gremios. Ya que esto último era prácticamente imposiblepara un gobierno no peronista, también era muy difícil detener o, aunquemás no fuera, moderar la espiral inflacionaria. Jaqueado por males políticos y económicos, Lanusse tuvo la desagrada-ble tarea de preparar la transición hacia una democracia que incluyera al pe-ronismo. Después de varias idas y venidas en la confección del calendario ylas reglas electorales, el 11 de marzo de 1973 tuvo lugar la primera votaciónpresidencial en toda una década. Perón no pudo participar por un artilugio le- gal sobre residencia en el país, pero el EREJULI, una alianza dominada por el  justicialismo que llevaba a Héctor Cámpora como candidato, cosechó la mi-tad de los votos. El peronismo quedaba así en una posición a la que ya no es-taba acostumbrado: la de ser gobierno. La nueva responsabilidad sería muchomás compleja que lo que entonces podía imaginarse. El problema de fondo era la identidad del peronismo. ¿Qué era el pe-ronismo? ¿Apenas un populismo sin demasiados compromisos doctrina-rios, encolumnado detrás del liderazgo carismático de Perón? ¿O un parti- do más orgánico, de raíz sindical, en la línea del Labour Party de Gran Bretaña, favorable a una importante intervención pública que de todos mo- dos respetara el principio de propiedad privada? ¿O, más bien, un movi-miento revolucionario que pretendía hacer de la Argentina una nueva Cu-ba o repetir un experimento como el que estaba a punto de naufragar en el Chile de Allende? Mientras estuvo lejos del poder, Perón pudo evitar cual- quier pronunciamiento demasiado explícito, prefiriendo en cambio una re-tórica poco comprometedora, que atrajera tanto al sindicalismo ortodoxocomo a la radicalizada juventud peronista. Una vez llegada la hora de go-bernar, sin embargo, urgieron las definiciones. La ilusión de un peronismoque sacudiera con sus políticas los cimientos económicos y sociales de la Argentina no pareció tan lejana luego de que Perón eligiera a Cámpora (un dirigente bien relacionado con los sectores más combativos del partido) como candidato a presidente. Era la coronación -y, al mismo tiempo, el co- mienzo del fin- de un largo y mutuo acercamiento entre Perón y el ala iz-quierda de su movimiento.Pero con el correr de los acontecimientos fue haciéndose claro que elPerón de 1973 no era, después de todo, tan distinto del de 1946. Todavía VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 335 pensaba en los términos corporativos con que había conquistado al sindi-calismo. Su idea de una armonía de clases unificada bajo su liderazgo se-guía en pie el año de su muerte: Alguna vez prediqué la armonía como categoría fundamental de la existenciahumana; sigo creyendo en ella como condición inalienable para la configura-ción de la Argentina que todos anhelamos. 1 Que Perón seguía confiando en la negociación entro los distintos componentes de la comunidad organizada quedó demostrado con lafirma de un Pacto Social entre empresarios, trabajadores y gobierno, en junio de 1973. En su esencia, las ideas de Perón no habían variado de- masiado. Pero un cambio en los modos y en el trato a los adversarios, unainsistencia en la unidad nacional y un ánimo pacificador eran rasgos nue- vos del veterano caudillo, que eran bienvenidos por buena parte de una sociedad harta de conflictos. Más dispuesto al diálogo con otros partidos, más consistente en su defensa de la democracia, el Perón de 1973 pare- cía haber agregado a su pensamiento de 1946 las lecciones aprendidas en el '55. Ese tono más legalista de su discurso no era del todo compatible con medidas como la amnistía general decretada por Cámpora, en la quese mezclaron presos políticos y comunes. Tampoco podía conciliarse conla violencia, que siguió en aumento y tuvo un pico en Ezeiza el día de su retorno definitivo. Con un presidente débil, por delegación, como eraCámpora, la puja por el poder dentro del peronismo en gran medida causante de esa escalada de conflictos armados y atentados- se hacía in-contenible y hasta se acentuaba. Enseguida comenzó a extenderse la con- vicción de que estando Perón en el país, nadie puede ser presidente delos argentinos más que él , tal como se apresuraban a decir los sindica- listas. Cámpora renunció el 13 de julio, habiendo gobernado apenas cin- cuenta días, y bajo la presidencia provisional de Lastiri se convocó a nuevas elecciones para septiembre. Detrás de ese 62% del electorado que votó por la fórmula Juan Perón- María Estela de Perón se escondían esperanzas muy diversas. La pacifica- ción del país, un retorno a la ortodoxia del primer peronismo, un aumento de los salarios, un giro a la izquierda o al nacionalismo en el programa econó- mico, eran todas razones que se esgrimían para votar a Perón. Durante los escasos ocho meses que duró su gobierno (octubre de 1973 a julio de 1974), el líder del justicialismo debió soportar el peso de la inmensa expectativa que había creado. El ala más radicalizada del partido pasó de un apoyo reti-cente a la oposición franca, después de la remoción de varios gobernadores  336 EL CICLO DE LA ILUSIÓN Y EL DESENCANTO de esa línea y de la recordada excomunión a los Montoneros que dejó me- dio vacía la Plaza de Mayo, en el acto de 1974 por el Día del Trabajo. La mi- tad llena de la plaza, básicamente el ala sindical y política del peronismo, tampoco defendió a Perón como él había esperado, vulnerando muchas ve- ces los compromisos asumidos en el Pacto Social. En su última alocución pública, un Perón vencido confesaba lo mucho que le estaba costando gober- nar, y dejaba entrever la posibilidad de una renuncia: ... si llego a percibir el menor indicio que haga inútil ese sacrificio, no titubearé en dejar este lu-gar a quienes lo puedan llenar con mejores probabilidades . No sería nece- sario: dos semanas más tarde, moría el presidente de la Nación. Si al propio Perón le había sido difícil gobernar un país dividido, a la cabeza de un partido dividido, mucho más habría de costarle a su viu-da Isabelita, de escasas condiciones para conducir una Argentina convul-sionada. Aunque el poder formal se mantuvo siempre en la persona de la Presidenta (excepto durante un paréntesis forzado por razones de sa-lud ) el poder real estaba en los grupos que, alternativamente, ganaban influencia sobre Isabel. Durante todo el año que siguió a la muerte de Pe-rón, fue creciendo el peso político de José López Rega, quien como ma- yordomo de palacio' en el exilio de Madrid había ganado la confianza del matrimonio Perón. Desde su puesto de ministro de Bienestar Social, López Rega intentaba crear un poder propio, y aprovechaba su influen- cia sobre la Presidenta para limitar el peso de los gremialistas y del apa-rato partidario. Hacia mediados de 1975, en plena crisis económica, él y su grupo cayeron en desgracia, y el gobierno adquirió un tinte más sin- dical. Pero la suerte estaba echada. Ni el orden económico ni el orden po- lítico pudieron restablecerse. La violencia creció y en los cuarteles co- menzó a conspirarse más abiertamente. El mandato de aniquilación total' de la guerrilla que el gobierno impartió a las Fuerzas Armadas nosirvió para calmar la creciente exasperación militar. El vacío de poderdenunciado por los golpistas existía. El 24 de marzo de 1976 se consu- maba lo inevitable. Concluía por la fuerza la segunda experiencia del pe- ronismo en el poder, ese extraño caso de un gobierno que cayó casi ex- clusivamente por las luchas internas en el partido oficial. ¿REVOLUCIÓN O REFORMISMO? A pesar del vuelco que significó la caída de Cámpora, el programa económico se mantuvo sin mayores alteraciones desde la salida de Lanus- se hasta, por lo menos, la muerte de Perón. Cuesta creer, por la copiosa VÉRTIGO ECONÓMICO EN TIEMPOS VIOLENTOS (1973-1983) 337 crónica de acontecimientos que marcan el período, que se trate de apenas más de un año. Para la economía también fue un lapso rico en eventos, aunque la continuidad haya sido mayor que en el ámbito más estrictamen- te político. Un signo de ello es una peculiaridad probablemente única en el mundo: el de un ministro de Economía (Gelbard) que desempeñó sus fun- ciones, sin interrupciones, bajo cuatro presidentes distintos (Cámpora, Lastiri, Perón e Isahelita). Detrás de la designación del empresario José Ber Gelbard comoministro de Economía de Cámpora estaba la mano visible de Perón. Aunque no existía un conflicto abierto e insalvable que separara a Gel-bard de las corrientes combativas del peronismo que rodeaban a Cám- pora, un rasgo esencial del ministro sugería dificultades de conviven- cia: se trataba de un hombre de empresa. Su nombramiento se entiende cabalmente evocando una singular costumbre peronista. Al iniciar suprimer mandato, Perón también había confiado a un empresario -Mi- guel Miranda- las riendas del Ministerio de Economía, dando comien-zo a una tradición que Menem prolongaría, con sus propios matices, en 1989. En su calidad de líder de la Confederación General Económica(que agrupaba a los empresarios locales) Gelbard había tenido un pa- pel protagónico sobre el final de la segunda presidencia de Perón. Co- mo parte del cambio de rumbo que ensayara a partir de 1952, Perónhabía convocado en 1955 a un Congreso de la Productividad, del que habían participado la CGT y la CGE. Las negociaciones no habían si- do muy fructíferas, pero habían mostrado una vez más la concepción corporativa y la consecuente receta cooperativa con que Perón encara- ba los problemas económicos. En 1973 las urgencias no eran las mis-mas que en 1955, pero sí fue la misma la respuesta de Perón: sentar a empresarios y sindicatos en la mesa de negociaciones para acordar po- líticas. Un paso central de esa estrategia fue la firma de un Acta de Compromiso Nacional en mayo de 1973 entre la CGE, la CGT y el Mi- nisterio de Economía. Los dos componentes principales del entendi-miento -que pronto comenzó a llamarse Pacto Social- eran la puesta en marcha de reformas de fondo y el lanzamiento de un plan concerta-do de estabilización. Aunque el centro de la discusión pública estuvo dominado por el pro- grama de corto plazo, las iniciativas de más largo aliento son interesantesen tanto definen el proyecto económico con que Perón había regresado al país. Su orientación general ha sido descripta como fuertemente interven-cionista, moderadamente nacionalista, y distribucionista . Es que, en todos los campos, las propuestas de gobierno eran una variante remozada (nor-