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Publico En Mexico

La legitimidad del sistema radicaba en el progreso económico, indudable en aquellos años, y en la paz social del priato, más que en la legitimidad del sufragio y la democracia electoral.

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  Democracia y opinión pública en México « Revista Este Paíshttp://archivo.estepais.com/site/2009/democracia-y-opinion-publica-en-mexico/[3/21/2016 9:22:16 PM] Tuesday, 22 March 2016  Democracia y opinión pública en México Este País | Histórico | Enrique Alduncin Abitia | 29.09.2009 | 5 Comentarios Para Pablo Aveleyra Arroyo de Anda, Miguel Basañez y Federico Reyes HerolesMÉXICO A FINALES del siglo xx cierra la brecha que mantenía en materia de democratización. Los votos cuentan y se cuentan, quedan atrás, en la historia, las elecciones donde el partido en el poder gana con casi la totalidad del electorado y donde participan todos los ciudadanos, como fueron las elecciones de Porfirio Díaz (1910, 98.9%), Álvaro Obregón (1920, 95.8%; 1928, 100%), Lázaro Cárdenas (1934, 98.2%), o la de José López Portillo (1976, 100%) entre otras. También quedan en el pasado predemocrático las elecciones en las que fallan los sistemas de conteo y posteriormente se queman las boletas bajo resguardo del Congreso (Carlos Salinas de Gortari 1988, 51.2 por ciento).En el terreno de la demoscopía o medición de la opinión pública, que hace diez años era casi inexistente, se cierra también en el año 2000 una brecha de más de medio siglo. En ello ha contribuido de manera importante la revista Este País, que por 120 meses interrumpidos ha reseñado las tendencias y opiniones que han marcado el cambio, la evolución del pensamiento y de las ideas y opiniones de los mexicanos. En mucho ha contribuido a crear una cultura cuantitativa y prospectiva que enriquece el análisis y el debate. La estadística aplicada subyacente en la elaboración de encuestas, así como la psicología social, la sociología, la antropología y las demás ciencias sociales, indispensables en la elaboración de marcos teóricos válidos y relevantes, también han alcanzado una masa crítica que garantiza un desarrollo de la demoscopía autónomo y propio, desde luego sin rechazar y aprovechar la riqueza del intercambio internacional. Hoy una comunidad de profesionales, académicos y estudiantes permite satisfacer una demanda creciente de investigaciones de opinión pública y de mercados derivada del proceso de democratización.Don Daniel Cosío Villegas define el sistema político mexicano de los años setenta, pero que caracteriza el siglo xx: “Las dos piezas centrales de este sistema son un partido político oficial, no único, pero sí dominante en grado abrumador, y un presidente de la República dotado de facultades y recursos prácticamente ilimitados.”1 Don Daniel concluye que “nuestros presidentes gobernaban, no sujetos a leyes e instituciones, sino en muy buena medida guiados por su temperamento, su carácter o sea su modo personal de ser”.2 El presidente no era un monarca absoluto que gobernara a su capricho. Éste trataba de responder al compromiso histórico y a las demandas de la nación con su propia visión. Así, el presidente Luis Echeverría en su discurso de toma de posesión de 1970 interpreta el sentir de la nación: “Cada seis años tenemos ocasión de analizar resultados, proponernos nuevos objetivos, rectificar el rumbo si es necesario y atender las expectativas de cambio que se han gestado en la comunidad.”3 Con estas palabras inicia su apertura democrática para responder a las demandas del movimiento estudiantil de 1968.En el antiguo régimen los medios de comunicación, si bien privados, en gran medida se sujetabanMás comentaos (264.584) Discusiones sobre Ética y Presunto culpable: ¿Por  qué nuestro sistema de justicia condena inocentes de forma rutinaria?  Bas   tan   te han es   crito y dicho ter    ceros so   bre Pre   sun   to culpa   ble.... Los grandes problemas actuales de México  Se dice que el país está sobrediagnosticado, pero en plenas campañas y ante... I 7 P 5 N: la fórmula  Homenaje al ipn con motivo de su 75 aniversario, este ensayo es también una... La sofocracia y la política científica   Recomendaciones y reseñas  Este País Indicadores económicos de México junio 2015  INEGI y Camacro Indicadores económicos de México febrero 2015  INEGI y Camacro  Adjudicación directa: ¿excepción que se vuelve norma?  Eduardo Bohórquez y Rafael García Aceves Debates que concluyen antes de iniciarse El proceso legislativo reciente y sus números  Eduardo Bohórquez y Javier Berain Buscar  Democracia y opinión pública en México « Revista Este Paíshttp://archivo.estepais.com/site/2009/democracia-y-opinion-publica-en-mexico/[3/21/2016 9:22:16 PM]  al control de la Secretaría de Gobernación, poco se criticaba al gobierno y nunca al Presidente de la República. La radio y la televisión, en concesión, eran importantes pilares que respaldaban al sistema político y especialmente al gobierno y al partido oficial. Cualquier desviación o crítica podía castigarse con la pérdida de la licencia. La opinión pública no se expresaba ni se medía, ya que “por desgracia, en México no existía un solo instituto de opinión pública”, aunque se sabía que “donde los hay, entregan real, positivamente, una idea clara del sentimiento público acerca de figuras o de un problema”.4 En Estados Unidos y Europa desde los años treinta se realizan encuestas de opinión pública. Y después de la segunda guerra mundial éstas y la investigación de mercados formaron parte importante de los medios y de las campañas políticas. La hegemonía política del PRI se refleja en los votos que obtiene la oposición sumada en las elecciones presidenciales. En 1939, 4.6%; en 1970, 14.2%, y en 1976, 6.4%. Las ideologías de izquierda eran vistas como peligrosas y se perseguían. Ello explica por qué su participación en la votación de 1970 suma menos del uno por ciento (0.9%) y en la de 1976 es de sólo 8.4%.5 La estrategia política del régimen era crear una aceptación pasiva y la apatía de la población, más que el apoyo entusiasta de las masas. La legitimidad del sistema radicaba en el progreso económico, indudable en aquellos años, y en la paz social del priato, más que en la legitimidad del sufragio y la democracia electoral. El Poder Legislativo y el Judicial dependían totalmente del Ejecutivo. No existía ningún asomo de división o equilibrio de poderes. El Congreso era un apéndice del Presidente de la República y su función era aprobar las iniciativas de ley del Poder Ejecutivo. En esos años ningún proyecto de ley fue rechazado. Los diputados y senadores eran simples “levantadedos”. Don Daniel Cosío Villegas refiere en sus memorias sobre el proceso de apertura del presidente Echeverría y sus buenas intenciones: “Las comparecencias de nada menos que de siete de sus ministros ante la cámara de diputados, algunas de las cuales fueron televisadas durante siete horas continuas. Por si algo faltara, el mismísimo presidente de la cámara anunció que semejantes comparecencias se hacían con la venia del Señor Presidente.”5 Pero no sólo con su permiso, sino en acatamiento de sus órdenes. Con ello Echeverría quería mostrar “su apertura” y “la transición democrática de su gobierno”, así como la libertad de expresión de que gozábamos. En un sistema de partido hegemónico de Estado, con oposición fingida y/o reprimida, la democracia es una simulación y la opinión pública, o sea la de los ciudadanos, no cuenta. Es claro por qué no podían prosperar ni ser relevantes los estudios demoscópicos o las agencias de opinión pública. Los votos no contaban, la oposición política no se manifestaba y los medios estaban amordazados. Por su parte, el gobierno creía saber qué anhelaba el pueblo, cómo sentía y qué quería. Incluso si alguien se hubiera atrevido a realizar un sondeo preelectoral, ningún periódico, revista, estación de radio o canal de televisión lo hubieran difundido. Tampoco existía una cultura que hiciera énfasis en los hechos y que se expresara en porcentajes. Si bien el gobierno realizaba encuestas desde la década de los cincuenta, éstas eran sociodemográficas o económicas y sólo para el consumo del mismo gobierno. Al finalizar el sexenio del presidente Echeverría los medios de comunicación sufren una embestida para ser manejados en mayor medida por el gobierno o por grupos de poder de la familia “revolucionaria”. La prensa recibe un serio golpe. El símbolo de este ataque fue Excélsior, el diario más critico fue sometido y perdió su autonomía. Asimismo, amigos y socios del poder se quedan con los diarios del coronel García Valseca. De Excélsior surgen retoños, diarios y revistas, algunos de los cuales sufren la misma suerte de cooptación y amor-dazamiento, como unomásuno. Otros han sido exitosos exponentes de la lucha por la libertad de prensa, como la revista Proceso y el periódico La Jornada.La lucha por lograr un gobierno más democrático ha sido continua y no sólo de los últimos años. La transición política ha sido una constante en los últimos veinticinco años. Casi cada gobierno ha realizado su reforma política. El presidente Zedillo declaró que la suya sería “la definitiva”, si bien todavía no se promulgaba, cuando ya resultaba insuficiente para los nuevos tiempos. De las “reformas políticas”, las más importantes fueron las que reconocían la existencia de la oposición y que le dieron cabida institucional y representación. La reforma de 1964 instituyó los diputados de partido y por representación proporcional, si bien pronto se quedó corta. Así, en 1977, de 230    Democracia y opinión pública en México « Revista Este Paíshttp://archivo.estepais.com/site/2009/democracia-y-opinion-publica-en-mexico/[3/21/2016 9:22:16 PM]  diputados casi doscientos (86%) pertenecían al PRI. La reforma de 1978, concebida por don Jesús Reyes Heroles, eleva el número de diputados a 300, de los cuales 100 eran elegidos en circunscripciones plurinominales de acuerdo con cierto esquema que determinaba el número de los diputados por representación proporcional. Con esta reforma, la proporción de diputados de oposición podía ascender a un cuarto del total, en vez de a uno de cada siete con la antigua fórmula. También permitió el registro de los partidos de izquierda, como el Partido Comunista Mexicano, cuya fundación data de 1919 y que operaba en la clandestinidad y el Socialista de los Trabajadores o el movimiento sinarquista que formó el Partido Demócrata Mexicano. Hoy, en los albores del siglo XXI, continúa la “transición democrática”, se debate la reforma del Estado y otras necesarias para establecer las reglas del juego político que garanticen equidad, limpieza o transparencia, así como un acceso a los medios en igualdad de circunstancias. También se escuchan voces que claman por una “reforma política integral” que permita la gobernabilidad, ya que ningún partido tiene mayoría absoluta y no se prevé que alguno pueda tenerla. Las reglas no escritas de la política son obsoletas y las campañas para la sucesión presidencial del año 2000 mostraron la importancia estratégica y de mercado de los estudios demoscópicos y el poder de la mercadotecnia, pero más que nada demostraron el poder del voto. Hoy el sistema político es más complejo, democrático y plural. No sólo hay nuevos actores, sino que algunos de los viejos adquieren nueva dimensión. Tal es el caso de la Cámara de Diputados, en la que por segunda ocasión en más de 70 años (1997 y 2000), ningún partido tiene mayoría absoluta. Una consecuencia es la necesidad de realizar alianzas no sólo para efectuar los cambios que afectan el texto constitucional, sino para lograr el funcionamiento diario del país. Se puede esperar que muchas de las propuestas del Poder Ejecutivo se queden en el tintero, ya que como señaló el presidente Vicente Fox en su discurso de toma de posesión: “El Ejecutivo propone y el Legislativo dispone.”6 La nueva composición de la Cámara de Diputados establece cierta división y equilibrio de poderes. El presidencialismo “imperial” es cosa del pasado, todavía es muy poderoso pero está acotado. Por otro lado, ningún partido es homogéneo, corrientes críticas, reflexivas o simplemente disidentes cuestionan y exigen participar en los debates y no meramente levantar el dedo para sancionar los acuerdos cupulares. La democracia representativa exige modificaciones tales como la reelección consecutiva de los diputados y senadores, las coaliciones entre partidos, la autonomía plena del órgano superior de fiscalización, el hacer público el salario real de los funcionarios, reforzar las atribuciones de vigilancia del Poder Legislativo, aprobar y reglamentar las figuras de plebiscito, referéndum e iniciativa popular, así como las candidaturas independientes. La mayoría de estas propuestas tienen un hilo conductor común, fincar la responsabilidad de los gobernantes, quienes hasta la fecha gozan de casi absoluta impunidad y su rendimiento de cuentas es muy limitado. Así, la reelección de los legisladores tiene como propósito no que se perpetúen en el poder, sino que su desempeño sea premiado o castigado por los electores. Igualmente, el reforzamiento de los órganos de fiscalización pretende auditar y dar transparencia al ejercicio del presupuesto de egresos y el gasto público. La ciudadanización es responsable del notable cambio en el manejo de los procesos electorales. Hasta hace poco el gobierno era juez y parte, organizador y sancionador de las elecciones. La Secretaría de Gobernación era responsable de todos los detalles en los procesos electorales, incluso de contar los votos y decidir quién resultaba ganador. Ahora el Instituto Federal Electoral (IFE) y el Tribunal Federal Electoral (TRIFE), así como los Institutos o Consejos Estatales Electorales, son las instituciones autónomas que tienen estas responsabilidades. Las elecciones son competidas y en ocasiones la diferencia entre el ganador y el perdedor es muy pequeña. Así sucedió en las elecciones para gobernador del estado de Guerrero del 7 de febrero de 1999. El PRI obtuvo 423,777 votos y la coalición del PRD-PT-PRT 406,064. Ganó el PRI por sólo 2% (17,713 votos). Empero, el abstencionismo fue de 47.2%.7 En este estado casi la mitad de los ciudadanos no consideró que su voto contara o que fuera importante y no acudieron a votar. Estos resultados son similares a los de la elección por la Presidencia de Estados Unidos del 2000. Los estudios de opinión pública en estos casos son de gran valor, contribuyen a establecer las expectativas y validan la legitimidad de las elecciones, aunque también éstas validan a las encuestas. Hoy más de un centenar de empresas e instituciones realizan sondeos de opinión pública y permiten saber qué piensan, sienten y creen los ciudadanos. Estos estudios se difunden por la prensa y los medios electrónicos; asimismo, es importante la participación de nuevas  Democracia y opinión pública en México « Revista Este Paíshttp://archivo.estepais.com/site/2009/democracia-y-opinion-publica-en-mexico/[3/21/2016 9:22:16 PM]  revistas especializadas que presentan análisis, ensayos, encuestas y estudios más profundos, tales como Este País. Así, para Guerrero se sabía tres semanas antes de las elecciones que éstas “serían una contienda muy cerrada entre la alianza PRD-PT-PRT y el PRI, si bien con ligera ventaja del tricolor, seis puntos porcentuales; usualmente el voto para la oposición tiende a subestimarse por el miedo de la población a expresar su verdadero sentir. A la pregunta ‘¿Si hoy fueran las elecciones para gobernador por quien votaría’, las respuestas son: Rene Juárez Cisneros del PRI con la mitad más uno por ciento de los votos (51.2%), Félix Salgado Macedonio de la Alianza PRD-PT-PRT con 44.6%, casi la mitad de los sufragios. No respondieron la pregunta 24.6%”.8 Respecto a los resultados oficiales de la elección el margen de error fue de +1.4% para el PRI (49.8% respecto a 51.2%) y de -3.1% en el caso de la coalición (47.7% respecto a 44.6%). La diferencia tan pequeña valida la elección, pero también la elección valida a la encuesta. Mientras más empresas realicen sondeos y sus resultados no difieran significativamente, los resultados electorales serán más creíbles. El alto costo de la transición democrática es en gran medida un precio que pagamos por una alta desconfianza e incredulidad. Las encuestas no sólo permiten conocer la evolución de las campañas y los resultados probables de la elección. Igualmente importante es su papel en la investigación sociopolítica. ¿Por qué votan o no los ciudadanos?, ¿cuáles son sus problemas y demandas?, ¿cuál es su opinión de las campañas y los procesos electorales?, ¿qué piensan de los partidos, de los candidatos, de sus plataformas y promesas?, ¿qué confianza y credibilidad tienen? Éstas son algunas de las preguntas que se pueden resolver con los instrumentos estadísticos del muestro y las encuestas. Así, para Guerrero, el alto índice de abstencionismo (47.2%) tiene en parte su explicación en el “alto porcentaje del electorado que considera que no se respetará el voto (24%), considera que se respetará sólo en parte 29% y cree que sí se respetará 47%. índices similares a los del abstencionismo. Los priístas consideran en mayor porcentaje que se respetará el voto, índice 77. Los opositores tienen menos confianza en la limpieza electoral: PRD 54, PAN 56, y PT 45. Existe más confianza en las ciudades que en el campo 64 respecto a 60 ″ .’ Actualmente los principales medios publican o difunden los resultados de encuestas como materia de rutina, cuando hace diez años sólo se realizaban encuestas para las elecciones presidenciales. Ahora hasta las elecciones de municipios importantes se observan y monitorean a través de la demoscopía. Las principales partidos, universidades y centros de investigación política y social cuentan con unidades para el estudio de la opinión pública. Y si aún se cometen errores por  ignorancia o por mala fe, el proceso de aprendizaje es acelerado y el mercado comienza a discriminar. Las asociaciones y gremios profesionales hacen énfasis en los códigos de ética y las mejores prácticas, así como la publicación de vitrinas metodológicas. Poco a poco se depura y profesionaliza la ciencia y el arte de la demoscopía y la elaboración de encuestas. En los últimos años con la “Presidencia acotada” los medios han conquistado una libertad de expresión insospechada en las décadas pasadas, cuando la Presidencia trataba de corregir y presionar a sus críticos. Todavía en el sexenio pasado se hostigaba a los periódicos independientes y varios locutores de radio de gran éxito fueron despedidos por no ser gratos a los poderosos del gobierno por ejercer la crítica. Las reglas no escritas de la autocensura y de jamás criticar al Presidente de la República se han descartado en gran medida, y la independencia de los medios es mayor en función de que también existe una competencia comercial entre ellos. La televisión de un oligopolio pasó a ser un duopolio, los precios y tarifas bajan y los programas compiten, pero el gobierno no deja de tener control del más poderoso de los medios. Algunos programas de análisis político pasan a altas horas de la noche, cuando el auditorio masivo duerme o ve películas viejas o de sexo y violencia. La censura se revela en aspectos que afectan la imagen del gobierno o cuando se critican sus políticas. En el sexenio pasado un director de noticieros de televisión perdió su puesto por pasar un video sobre la matanza de Aguas Blancas en Guerrero. En el presente se recompensa con importante puesto de control de medios a quien favoreció a un candidato albiazul en sus encuestas a todas luces parciales. La fuerza de la televisión durante las elecciones la identifican como el verdadero cuarto poder. En los últimos veinticinco años el apoyo del régimen a la televisión fue incondicional y sin medida. El crítico social Carlos Monsiváis declara que Televisa ha sido tres ministerios juntos: Educación, Gobernación y Comunicación. En las últimas tres elecciones presidenciales fue notorio el respaldo de las televisoras al partido y al candidato del f Ri. Sin embargo, se ha iniciado, por parte del IFE y de los institutos electorales estatales, el monitoreo de medios para cuantificar a qué partidos sé