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Prólogo El 19 de septiembre de 1846 el mundo se conmueve con las Apariciones de la Santísima Virgen María en La Salette a dos niños: Mélanie Calvat y Maximino Giraud. Las autoridades vaticanas reconocieron dichas apariciones como auténticas en 1851. Pocas personas han profundizado el contenido de los mensajes recibidos en aquella oportunidad. Quienes tengan el interés de recurrir a dichas fuentes, encontrarán tópicos de sumo interés para comprender las ondulaciones de este siglo que termina. Pero La Salette no es ni lo primero ni lo último. Latinoamérica conoce las importantes apariciones de Guadalupe en 1531 y cien años más tarde en Coromoto (Venezuela), ambas aprobadas por la Iglesia católica oficial. El año 1830 es testigo de otro milagro similar en Francia, donde la Santísima Virgen María pide a Catalina Labouré la elaboración de una medalla que por sus milagrosos efectos será conocida como “La Medalla Milagrosa”. Las apariciones de Lourdes en 1858 y las de Fátima en 1917 confirman de manera elocuente la extraordinaria presencia de la Santísima Virgen María en la cronología humana. Ella es Madre de todos los hombres y vive junto a ellos. La tibieza con la cual el mundo ha afrontado estos fenómenos no ha permitido al católico enriquecerse con los aportes de estas trascendentales experiencias. Muchos ignoran las apariciones en Bélgica en 1932 -33, las de “Tre Fontane” en Roma en 1946 a Bruno Conacchila, las de Jesús a Teresa Musco hasta 1976 y en cuya casa cercana a Nápoles 24 imágenes sangraban; las del Padre Pío de Pietrelcina hasta 1968. Pocos se han enriquecido de la historia de Luisa Piccarreta, la “Hija de la Divina Voluntad” para quien el único alimento fue la Sagrada Hostia recibida en la comunión y no se levantó de cama durante 64 años sin que por ello hubiera padecido algún sufrimiento en la piel, articulaciones, circulación etc. Escribió 36 libros sobre la “Divina Voluntad”, textos maravillosos de amor. Qué decir de la maravillos a historia de Faustina Kowalska beatificada por S.S. Juan Pablo II hace algo más de dos años y a quien se debe toda la devoción del “Cristo de la Misericordia”. Ella relata los retiros espirituales que hizo con Jesús, sus visitas diarias, la importancia de la oración. ¿Dónde tiene el católico moderno estas vivencias y cómo le han ayudado a reactualizar su vida de fe? Existen tantas oportunidades para reconocer la “Buena Nueva” en el mundo, que todos deberíamos ser individuos con mentes nobles y amantes porq ue todos esos mensajes son poemas de amor, cantos de unidad y ecumenismo. Pero el hombre más bien se mueve en el mundo del conflicto, acariciando dificultades en medio a tinieblas que lo sofocan, angustiado por su economía, la injusticia, el hambre y tantos males que lo aquejan. Se observa con sorpresa que la misma dedicación concedida al planteamiento del problema, no se otorga a la búsqueda de soluciones. Para nosotros, es menester la “búsqueda del espíritu”, la renovación interior, donde la inspiración p rincipal nace del re - descubrimiento de la trascendencia del hombre. Son estas las premisas que nos hacen ponderar la importancia del Amor y de la Esperanza. Si más del 85% de la población mundial cree en Dios... ¿por qué no dejamos que Su Palabra nos guíe? Pero Dios es un Padre amoroso, conoce nuestra confusión e ignorancia, es por eso que con gran Amor permite las visitas de su Madre a la tierra. Es en Garabandal (España) donde entre 1961 -1965 los expertos calculan nada menos que 2,500 apariciones, que lamentablemente sólo tienen resonancia en el corazón de pocos y se pierden en la frialdad de los corazones de la mayoría, por eso son estas apariciones tan ignoradas. Pero esta Madre Amorosa “no se cansa”, busca opciones ante el Padre, sigue suplicando por lo s hombres... y es la Misericordia de Dios que vuelve a obsequiar al hombre con nuevas maravillas: 1968 Zeytún (Egipto), donde veinte millones de musulmanes ven a la Virgen María hasta 1970. Dos años más tarde el P. Steffano G
